Pocos han tratado de comprender el arte cubano en el contexto alemán, entre otros del entorno europeo, como algo más allá de los clichés que todavía se tienen sobre el fenómeno “Cuba”. Para muchos Cuba sigue siendo algo tropical, la potencia sexual, la mulatez llamativa, el atractivo sonero, ronero y tabaquero o al final de cuentas el reducto comunista; en un área casi surreal para un proyecto social llamado “Revolución cubana”, que hace mucho dejó de serlo.
Es un contexto lleno de complejidades, tanto para quien lo ve desde afuera como para quien lo vive a diario. Un embrollo detrás de esa imagen de postal que de todas formas no deja de ser parte del espectro cultural de la isla; pero es más que todo ello.
No son muchos los que penetran en el fenómeno cultural cubano con aciertos; porque es un entramado de influencias principalmente hispánicas, africanas, asiáticas, norteamericanas, ruso-soviéticas, de otras zonas europeas y momentos hasta aparentemente antagónicos –como el radical giro de la sociedad cubana tras la llamada Revolución, del capitalismo a un socialismo que en realidad ha disfrazado por décadas algo que no es tal, pero se opone a casi todas las corrientes de pensamiento y bases económicas del mundo occidental y buena parte del no occidental–.
Gradualmente el arte contemporáneo cubano, desde comienzos de los años ochenta hasta el presente, se ha apropiado de herramientas y disciplinas provenientes de la antropología, la cultura popular, las prácticas místico-religiosas, el ámbito ideológico y político, la sociología y, por supuesto, de diversas estrategias lingüísticas –ironía, sarcasmo, catarsis, tautología, tropología, entre otros recursos–.
Esa vocación de carácter esencialmente crítico e investigativo de artistas formados dentro del periodo revolucionario, en la infraestructura de la educación artística desarrollada desde fines de los años sesenta –con la creación de la Escuela Nacional de Arte (ENA) y posteriormente, desde 1976, en el Instituto Superior de Arte (ISA), hoy llamado Universidad de las Artes–, es algo llamativo para quienes investigan el arte cubano tanto en espacios e instituciones de Europa como de Estados Unidos. Universidades, centros de investigación relacionados a las mismas, museos, bienales o plataformas similares, ferias de arte, subastas, galerías, coleccionistas, han aumentado ese interés por un arte que surgió con un espíritu de revisión crítica, aunque ha tenido sus transformaciones internas.
Esa naturaleza artística, como antena de su época, de un criticismo balanceado con valores estéticos propios sobre el modo de hacer y consecuencia de un oficio o conocimiento técnico de las herramientas propias de las artes visuales, inserto dentro de una sombrilla social tan compleja como lo es el periodo revolucionario, sumado a la capacidad de hacer un arte crítico con el mismo sistema desde el que nace y circula, fueron algunos de los elementos que llamaron la atención de potentes coleccionistas como Peter e Irene Ludwig.
Además una percepción desprejuiciada respecto a las prácticas del arte contemporáneo: objeto, instalación, performance, arte procesual, fotografía experimental, medios no tradicionales.
Estos coleccionistas son artífices de un imperio con sede principal en Aachen y extensiones del mismo en Alemania, Austria, Cuba, China, Hungría, Rusia, Suiza, y ha sido el logro de un proceso desde los años cincuenta del siglo XX y resulta una colección con decenas de miles de objetos de arte.
Dentro de la colección Ludwig, el arte cubano tiene su lugar tras la exposición realizada en 1990 bajo el título “Kuba OK”, desde Abril hasta Mayo de 1990 en la Kunsthalle de Düsseldorf, con la curaduría de Tonel –Antonio Eligio Fernández– y Jürgen Harten. El resultado fue una selección de obras de los artistas Alejandro Aguilera, Tanya Angulo, Juan Pablo Ballester, José Bedia, Ricardo Rodríguez Brey, María Magdalena Campos-Pons, Carlos Rodríguez Cárdenas, Ana Albertina Delgado, Lázaro García, Flavio Garciandía, Ibrahim Miranda, Glexis Novoa, Segundo Planes, Martha María Pérez Bravo, Ciro Quintana, Lázaro Saavedra, Rubén Torres-Llorca e Ileana Villazón.
Fue una exposición robusta en general. Mostró la fuerza de un fenómeno que varios autores focalizaron, desde la mítica exposición “Volumen Uno” en La Habana en 1981, como el “Renacimiento del arte cubano” o el “Boom” del arte cubano. Varios de los artistas participantes en esa muestra que modificó al arte cubano formaron parte de “Kuba OK”. Y el resultado de la exposición en Alemania fue coherente con la idea de una expresión desprejuiciada, irónica y crítica respecto a Cuba con su sistema socio-político, respecto a un cansancio del discurso del poder, que ya se anunciaba en la década de los ochenta, pero sobre todo, mostraba un rostro múltiple del arte cubano, con su heterogeneidad técnica y conceptual. Sobre todo el valor que los artistas del nuevo arte cubano le otorgaban al campo de las ideas, los conceptos, para emplear al arte como un método de investigación en todas las direcciones posibles.
Estas son las bases con que penetra el arte cubano más serio en el panorama alemán, al margen de lo que se exportaba de modo oficial por el gobierno cubano, más orientado a un arte despolitizado, edulcorado, no problemático en cuanto a temas de tipo ideológico, político, incluso estético: un arte más formalista y que mostraba un rostro alejado de las prácticas más interesantes del arte cubano del momento.
Desde los años noventa hasta 2018 sucedieron diversas exposiciones más o menos interesantes en Alemania y otras áreas de Europa abordando el fenómeno del “arte cubano” con diferentes niveles de acierto o interés.
Durante algo más de veinte años, después de “Kuba OK”, el arte cubano contemporáneo se ha visto afectado por varios cambios internos. Con una proyección mayor en el ámbito internacional y prácticas expresivas sincronizadas con el mainstream del arte. En el presente existe una mayor presencia de artistas provenientes de Cuba en circuitos importantes de difusión del arte visual. Varios artistas cubanos viven en diversos países, producen sus obras en ellos, exponen en espacios reconocidos, con una inserción interesante en el diapasón multicultural que caracteriza al arte contemporáneo.
Carlos Rodríguez Cárdenas. Patria o Muerte (Vaterland oder Tod). 1989. Öl, Stoff und Assemblage. zweiteilig, je 400 x 400 cm; Ludwig Forum für Internationale Kunst, Sammlung Ludwig. Foto: Anne Gold.
Mientras ocurría “Kuba OK” en la Kunsthalle de Düsseldorf, el panorama interno del arte en Cuba se afectaba cada vez más por la censura de los representantes de un gobierno que no deseaba cambiar lo que necesitaba ser cambiado. Con el cierre de los años ochenta el sistema institucional del arte en Cuba entró en crisis de relaciones con los artistas y sus expresiones, en la medida que las instituciones son reproductoras del sistema ideológico que sustenta al poder. El cada vez más claro divorcio entre la práctica artística y el poder político cubanos condujo a una importante diáspora de artistas, intelectuales, profesionales de diferentes campos.
Un dato interesante es que de los dieciocho artistas que conformaron la importante muestra “Kuba OK” y su curador por la parte cubana, dieciseis de estos viven en países europeos y de América desde hace años, –además de Tonel, quien radica en Canadá–. Y aunque algunos acceden a Cuba, y de ellos unos pocos han expuesto en espacios institucionales del país durante estos años recientes, su desarrollo artístico lo continuaron –o lo modificaron con el tiempo– en otros contextos, dadas las dificultades para la creación y el diálogo con el sistema cubano en relación con la libertad de la práctica artística, el posicionamiento en espacios de interés en diversos niveles y las posibilidades creativas existentes al cierre de los años ochenta y comienzos de los años noventa.
Por una parte esta situación indicó la hipertrofia de la formación especializada en Cuba, donde varios sectores profesionales “tocaban un techo” tras el cual no había más nada mientras otros contextos internacionales ofrecían más posibilidades de desarrollo. Por la otra, el choque con el muro de la terquedad política, que no hacía otra cosa que esconder lo que hoy es evidente: el arte sobre todo visual, por su naturaleza cuestionadora y potencialmente transformadora, es incómodo para quien no desea lo mejor en la sociedad y no pretende que la misma prospere y se desarrolle libremente.
Esto es lo que se encuentra tras el fenómeno del llamado arte cubano contemporáneo de finales de los años ochenta que comienza a ser reconocido en Alemania y sentará las bases para varios artistas que se radican en el país, o cerca, y continúan mostrando sus producciones artísticas dentro del circuito del arte en Europa.
“Kuba OK” abre un camino a futuras exposiciones y propuestas de artistas que en próximos textos seguiremos analizando y que no debemos soslayar tras el tendido artístico que nos legó.
Montecassino, mayo 2021.
Material Visual:Propuesto por Frency, 2021
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